Ciencias Básicas e Ingeniería

 

EL MOVIMIENTO DE LAS FALLAS GEOLÓGICAS OCASIONA LOS SISMOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Por Ivette Gabriela Lozano Flores

Reportera UAM Azcapotzalco

 

De 1974 hasta la fecha se han registrado 230 temblores locales con epicentros en diferentes alcaldías de la Ciudad de México, señaló el doctor Danny Arroyo Espinosa, profesor del Departamento de Materiales de la UAM Azcapotzalco. Ese tipo de sismos llamados “corticales”, dijo, han existido en todo momento, y el más fuerte del que se tiene conocimiento fue de cuatro grados Richter localizado en la zona de Milpa Alta, hace 15 años. Son superficiales, “se detonan en la corteza terrestre a una profundidad de entre dos y tres kilómetros”, mientras que el de septiembre de 1985 se generó a 15 kilómetros de profundidad, y el de 2017, a 57 kilómetros.

 

 Paseo de la Reforma 2

 Fotografía: Jorge Perea Juárez

 

          Destacó que cada sismo tiene características diferentes, dependiendo de su ubicación, distancia y qué los genera. Los ocurridos en la Ciudad de México “se deben a las fallas geológicas locales que son muy pequeñas; los movimientos telúricos que originan no requieren de mayor cuidado ni tienen ninguna peligrosidad, ya que no guardan la suficiente energía para ser destructivos”.

          Por su parte, el maestro en Ciencias Delfino Hernández Láscares, profesor del Departamento de Biología de la Unidad Iztapalapa, informó que dichos microsismos obedecen a cuestiones locales que pueden ser fracturas o fallas geológicas: “La diferencia es que en la primera, las rocas se rompen pero no se mueven; en una falla se rompe la corteza terrestre y hay movimientos horizontales”.

                 Son generados por el reactivamiento de antiguas fallas, y pueden ocurrir como resultado de la acumulación de tensión regional o por el hundimiento del Valle de México que, si bien no generan propiamente a los sismos, sí pueden dispararlos. Los últimos fenómenos corticales registrados por el Servicio Sismológico Nacional (SSN), sucedieron en la alcaldía Benito Juárez: fueron de 1.5, 1.8 y 2.2, el 14 de septiembre; uno en Coyoacán, de 2.1 el 27 del mismo mes y, el 5 de octubre ocurrió uno de 2.4, entre otros.

        Hernández Láscares sostuvo que, como su magnitud va de uno a cuatro grados, no se dispara la alerta sísmica. “Si bien este tipo de sismos no son de cuidado por la reducida magnitud, es conveniente estar pendientes ya que uno de cuatro grados o más, puede ocasionar daños”.

          Arroyo Espinosa subrayó que aún no queda claro si el número de eventos ha ido aumentando a través del tiempo, pues antes no se contaba con la tecnología para registrarlos. Además, “el tiempo de observación es muy corto”. Si se pudiera obtener información de décadas anteriores, se podría verificar que “siempre se han detonado en diversas zonas de la ciudad”.

          Hernández Láscares explicó también que hay fallas activas que han disparado resultados aparatosos, como la de Acambay en el Estado de México, y a la que no se le ha dado la debida importancia. “Un movimiento fuerte en la zona, podría causar que el poniente de la ciudad resultara seriamente afectado”. Ya sucedió uno, el 19 de noviembre de 1912, con magnitud aproximada de 6.9, localizado en esa región. Fue catalogado como un sismo “intraplaca”, ubicado en la placa tectónica de Norteamérica,

         Ambos especialistas opinaron que parte del problema es el tipo de suelo en el que se asienta la Ciudad de México y la masiva extracción de agua que, desde hace cuatro décadas, sucede sin planificación alguna. Hernández Láscares precisó que el suelo variable aunado a la gran de sustracción de agua y a las fracturas que se producen en la superficie de las rocas, ocasionan diversos problemas como “el reblandecimiento de las calles por las lluvias, inundaciones, grandes baches y colapsos”. Es necesario, aseguró, la organización en las áreas de operación, estudios y evaluaciones de riesgo y vulnerabilidad para forjar una ciudad “resiliente” en la que se disminuya el peligro ante dichos fenómenos, “además de contar con un presupuesto suficiente y actualizar los programas de protección civil”.

          Como ciudadanos, se puede apoyar dando mantenimiento a las casas o a las unidades multifamiliares, crear una cultura de aseguramiento, informarse y verificar las características de construcción y seguridad antes de comprar un bien inmueble, concluyó el geólogo.

        El doctor Arroyo Espinosa aseguró que en México las ecuaciones de peligro sísmico ya no eran manejables manualmente: “Fue necesario diseñar un programa con proyecciones a varios años para realizar un nuevo reglamento de construcción”.

                 Actualmente, el académico de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería (CBI), trabaja en un programa “muy moderno que no existe en ninguna otra parte del mundo”, llamado SASID. Está en etapa de prueba y estaría involucrado en el Nuevo Reglamento de Construcciones. Con su ayuda se verifican coordenadas, se calculan fuerzas y se revisa el tipo de suelo para así saber cómo diseñar la construcción, qué materiales utilizar y el tipo de soporte necesario, finalizó.